sábado, 30 de abril de 2011

Ser pequeño

A pesar de que hace mucho dejé las muñecas y de que juegos en las calles ya sólo son parte de mi añoranza (como seguramente será de muchos ustedes), me encantan aún las cosas infantiles, no tanto como decir que me atrevería a vestir con diseños de animales o tonos pastel, pero si me encantan los motivos de la inocencia plasmados en música, imágenes y literatura. Tampoco confundan esto con lo que harìa directamente un niño, sino que busco estas expresiones en personas que lo hacen con esta intención.




       Un ejemplo claro es el video de la canción Caribbean blue de Enya,en donde se ven imagenes 'vistas' por un niño de no más de ocho años en un mundo que se podría creer imaginado, y sin embargo, captura muchas de las cosas que imaginamos en nuestra infancia, pues es extraño ver en un mismo lugar paisajes llenos de flores de colores, curiosos objetos, un hombre en la luna y un 'castillo' destinado a los confites. Sólo quería compartirlo con ustedes en este día del niño, hasta pronto!
       Por cierto, esta entrada está dedicada a una niña hermosa llamada Tzult (que aunque su cuerpo no sea el de una niña, su alma si lo es) y a todos los enanos comedulces que lean esta entrada.

Literatura infantil



Me gusta tanto leer libros de este tipo, pues son inocentes y no tienen pretensiones de ser mejor que alguien, sino de ser por alguien. Siempre he tenido esa ansia por leer más o escribir sobre el tema, así que paulatinamente les daré bibliografía sobre este género. Atentos si les interesa.

domingo, 24 de abril de 2011

Juguetes para chicos

Si . . . entrada dedicada a hombres . . . pueden apedrearme en cuanto termine . . .

Quiero contarles una anécdota que aconteció en mi carrera no hace mucho tiempo, creo en el primer o segundo semestre . . . en fin, como toda mujer precavida, yo siempre cargo condones por todo y para todo (si otras no lo hacen es por una de dos razones: por mochas o porque les gusta el peligro [y eso incluye a otras mujeres, aunque claro, son circunstancias diferentes]), por lo general en una cajita metalica en donde caben alrededor de cuatro, siempre en mi mochila o en la bolsa que cargo con mis objetos personales.

Resulta que una chica de alguna clase comenzó a ver mi cosmetiquera (cuando tenía, jajaja) y a preguntar donde compraba mis labiales o a comentar los colores que le gustaron de mis maquillajes, cuando encontró la mencionada cajita (que era de mentas) y me preguntó que había en ella. No se si de verdad tengo una imagen de niña buena o si ella es excesivamente inocente, pero mi respuesta (es decir, condones) le hizo pensar que yo mentía, y cuando abrió la caja, se sorprendió y se sonrojó. De inmediato, preguntó que para qué los traía...respondí que obviamente para usarlos, no como niños de secundaria, sino para lo que son, para tener relaciones sexuales.

Yo no se de quien tiene realmente la culpa, si de la educación que nos dan en casa, la escuela, o la sociedad en general. Pienso que quizás es también cosa de que entre parejas no nos pongamos restricciones, digo, si al final las dos partes salimos beneficiadas en estos asuntos, es cosa de que no enfrasquemos en la rutina este tipo de cosas: nada de que uno sólo compre los condones porque el otro así lo diga, y si se compran una porno, que al otro le guste. Digo, si son felices, todo es mejor.

Mi verdadera queja es contra muchas mujeres como esta chica. Yo se que la sexualidad aún es un tabú en nuestra sociedad, pero si después se quejan de que su pareja no las complace, mirense a un espejo y pregunten que están haciendo mal en su rol de parte en esa relación. Se supone que esta chica alguna vez tuvo novio, pero se nota que jamàs hicieron su tarea y en más de un sentido. Cada quien lleva su sexualidad como quiere, obvio; pero quedarse callado como si el otro tuviera la culpa, es lo que no acepto.

miércoles, 20 de abril de 2011

Ana y Mía me caen mal





Este es un llamado a las familias principalmente a que se interesen más por la vida en común que llevan, y lo digo porque muchas veces no queremos ver lo evidente y mucho menos enfrentarnos a la realidad. Hace un par de meses, mi hermana y yo tuvimos tentación por ver un blog referente a la anorexia y la bulimia, y la verdad sentimos una mezcla extraña entre asco, lástima y miedo ante las niñas tan enfermas que se unen con el fin de adelgazar.

Existen reglas entre ellas que formulan con el fin de no fallar, y llega a tal punto su deseo de volverse ángeles o princesas (como ellas mismas se llaman) que no le importa morir siempre y cuando logren su meta. No me gusta difamar a estas chicas, pero un(a) adolescente con baja autoestima, internet, y una imagen propia que no le agrada, es candidato perfecto para caer en las redes de muerte de estos blogs.

El motivo del título de esta entrada es precisamente el como tratan a sus nuevas amigas, las que las acompañan y apoyan incluso hasta la tumba: Ana es anorexia y Mía la bulimia, si ven algún marcador de este tipo en las computadoras de los seres que aman, no creo que sea por investigación propia, así que preocupense. Por hoy es todo. Cuidense y cuiden a los que aman, antes de que pierdan a alguien así.

sábado, 16 de abril de 2011

Ferias de libro

Desgraciadamente no tuve tiempo de poner las entradas correspondientes a dos de los tres eventos que describiré, lo bueno es que éstos son anuales y aún así decidirán si quieren asistir o no, y con tiempo de sobra.

El primero es en abril aunque no podría decirles con exactitud en que semana, siempre lo marcan como primavera del año en curso. Se trata de la Feria del libro de la torre II de Humanidades, y aunque con el título podrían confundirse, los materiales vendidos no sólo son de humanidades, sino que se venden entre esta torre y la facultad de Derecho. Pueden encontrar libros de investigación (según su carrera o interés), y de literatura. Aclaro, no venden best-sellers de la actualidad.

La Fiesta del libro y la rosa es otro evento dedicado a la venta de libros con grandes descuentos, esta también es solo una referencia, puesto que el evento fue el jueves pasado. La temática es venta de libros y con ello se regala una rosa por el nùmero de libros que se compre (dependiendo también de la editorial, algunas no regalan nada), además de vender rosas y libros más económicos sin ningún obsequio. La fiesta abarca otras actividades interesantes, como programas de radio en vivo, cuentacuentos, subastas de libros, podcasts y una actividad que me atrajo, y sin embargo no realicé: el préstamo de un libro que ha pasado por muchas manos y que debes prestar para seguir el ciclo de lectura, para preservar la información y compartirla.

Por último está el Gran remate de libros en el Auditorio Nacional, del 16 al 24 de abril, con libros que van de los $5 en adelante. No les puedo referir que hay en esta venta, porque es la primera vez que asistiré, pero debe ser algo parecido a los dos ya relatados, pues es el quinto año que realizan actividades.

viernes, 15 de abril de 2011

Expo del 'eso' y abarrotamiento

Generalmente no voy a este tipo de eventos porque no me gustan las temáticas y por la mercadotecnia que le venden al comprador, totalmente falsa. Sin detenerme más en explicaciones, les contaré de la terrible experiencia que tuve en la expo del sexo.

En primer lugar fui porque una amiga me invitó, y a su vez fue invitada por una amiga suya que no quería ir sola con el novio...accedí y fuimos el sábado que había fecha disponible. Al entrar, vimos literalmente un tianguis cerrado (o sea un mercadillo) de lencerìa y productos para encuentros sexuales, algunos verdaderamente exagerados, de esos dildos que sólo imaginamos reales en una peli porno.

Los espectaculos: habían sólo dos opciones; ver los grupales y quedarse embobado únicamente con las pantallas gigantes e incluso tener la suerte de que las chicas lo eligieran y le bailaran; o pagar un coste extra por los privados (con chicas al parecer más atractivas) o el bar.

No conforme con estas discriminaciones monetarias, las edecanes dejaron mucho que desear en màs de una ocasión: unas eran tan flacas que con los atuendos se veían ridículas, otras casi reventaban la lencería, y por lo general no eran para nada guapas, sino cualquier chica que podríamos ver a diario. Las pocas que valían la pena no permitían fotografías y sólo bailaban entre la gente (a manera de carnaval).

En fin, si tienen la oportunidad y el dinero, no vallan. Quizás muchos se van felices con lo que ven, pero en lo particular deja mucho que desear y anuncian mucho más de lo que realmente venden.

Yo si soy fan!!!

Hoy, 15 de abril, se presentó en las islas de Cuidad Universitaria la Orquesta Filarmonica de la UNAM en la campaña denominada Soy fan OFUNAM y además de música espléndida, los intérpretes y maestro hicieron tan ameno el concierto que al final nos hicieron bailar a los asistentes.

Si pueden asistir a uno de sus conciertos en la sala Nezahualcoyotl, haganlo, es una experiencia completamente diferente a la de la mayor parte de los conciertos que hayan asistido. Si bien, no les gusta la música clásica, definitivamente no asistan. Por ahora es todo y espero que pasen buenas vacaciones de semana santa. Suerte.

sábado, 9 de abril de 2011

Dos ojitos

Aquí tienen una buena dosis de los hermanos Grimm, éste cuento no es sangriento pero si grotesco, imaginen mujeres con uno o tres ojos y nieguenlo. Para mi es una especie de muestra de discriminación diaria, y en la propia familia. Comenten si les gusta, y buscaré las versiones que si asustan, saludos!
Un ojito, dos ojitos, tres ojitos.
Érase una mujer que tenía tres hijas. La mayor se llamaba Un Ojito, porque tenía un solo ojo en medio de la frente; la segunda, Dos Ojitos, porque tenía dos, como todo el mundo; y la tercera, Tres Ojitos, pues tenía tres, uno de ellos en medio de la frente. Y como la segunda no se diferenciaba en nada de las demás personas, sus dos hermanas y su madre no podían sufrirla. Decíanle:
- Con tus dos ojos no sobresales en nada de la gente ordinaria; no perteneces a nuestra clase.
Y, así, la rechazaban, obligándola a usar vestidos harapientos, y para comer no le daban más que las sobras; y, encima, la mortificaban cuanto podían.
Un día en que Dos Ojitos había salido al campo a apacentar la cabra, estaba sentada en el borde del camino, llorando desconsoladamente, de tal forma que no parecía sino que de sus ojos manaran dos arroyos, pues sus hermanas no le habían dado de comer y se sentía muy hambrienta. Al levantar un momento la mirada, vio a su lado a una mujer, que le preguntó:
- Dos Ojitos, ¿por qué lloras?
Y respondió la muchachita:
- ¿Cómo no he de llorar? Porque tengo dos ojos como todas las demás personas, mi madre y mis hermanas me aborrecen, me empujan de un rincón a otro, me echan prendas viejas y sólo me dan para comer lo que ellas dejan. Hoy me han dado tan poco, que el hambre me atormenta.
Díjole entonces el hada:
- Seca tus lágrimas, Dos Ojitos, voy a enseñarte unas palabras con las que ya no padecerás más hambre. Sólo tienes que decir lo siguiente, dirigiéndote a tu cabra:
«Bala, cabrita;
cúbrete, mesita».
Y enseguida tendrás ante ti una mesa, primorosamente dispuesta con los más sabrosos manjares, y podrás comer hasta saciarte. Y cuando ya estés satisfecha y ya no necesites de la mesa, dirás:
«Bala, cabrita;
retírate, mesita».
Y desaparecerá en el acto de tu vista.
Y dicho esto, el hada se marchó. Dos Ojitos pensó: «Es cosa de probar enseguida si es cierto esto que me ha dicho, pues realmente me atormenta el hambre»; y exclamó:
«Bala, cabrita;
cúbrete, mesita».
Apenas hubo pronunciado estas palabras vio ante sí una mesita cubierta con un mantel blanquísimo, y encima, un plato con su cuchillo, tenedor y cuchara, todo de plata. Había también viandas magníficas, todavía humeantes, como si acabasen de salir de la cocina. Dos Ojitos rezó la oración más breve, de cuantas sabía: «¡Dios mío, sé nuestro huésped por los siglos de los siglos, amén!». Se sirvió y comió con verdadera fruición. Cuando ya estuvo satisfecha, dijo, como le enseñara el hada:
«Bala, cabrita;
retírate, mesita».
Y en un santiamén desapareció la mesa con todo lo que había. «¡He aquí una manera cómoda de cocinar!»; pensó Dos Ojitos, ya de muy buen humor.
Al regresar a su casa al anochecer con la cabra, encontró una escudilla de barro con algo de comida que le habían dejado las hermanas, pero no la tocó. Al día siguiente marchóse de nuevo con la cabrita, sin hacer caso de los mendrugos que le habían puesto para el desayuno. Al principio, las hermanas no prestaron atención al hecho, pero, al repetirse, dijeron.
- Algo ocurre con Dos Ojitos. Siempre se deja la comida, cuando antes se zampaba todo lo que le dejábamos. De seguro que ha encontrado algún otro recurso.
Para averiguar lo que sucedía, convinieron en que Un Ojito la acompañaría a apacentar la cabra para espiar sus acciones y ver si alguien le traía comida y bebida.
Al marcharse Dos Ojitos, se le acercó la hermana mayor y le dijo:
- Iré al campo contigo; quiero saber si guardas bien la cabra y la llevas a buenos pastos.
Pero Dos Ojitos comprendió perfectamente el pensamiento de la otra y, conduciendo la cabra a un prado donde crecía alta hierba, dijo:
- Ven, Un Ojito, sentémonos aquí; te cantaré una canción.
Un Ojito estaba cansada de la caminata y del ardor del sol; sentóse, y su hermana se puso a cantarle:
«Un Ojito, ¿velas?
Un Ojito, ¿duermes?».
Repitiendo siempre las mismas palabras, hasta que la otra, cerrando su único ojo, se quedó dormida. Al ver Dos Ojitos que su hermana dormía profundamente y no podría descubrirla, dijo:
«Bala, cabrita;
cúbrete, mesita».
Y, sentándose a la mesa, comió y bebió hasta quedar satisfecha. Luego volvió a decir:
«Bala, cabrita;
retírate, mesita».
Y todo desapareció en un momento. Dos Ojitos despertó entonces a su hermana y le dijo:
- Un Ojito, vienes para guardar la cabra y te duermes. El animalito podría haber dado la vuelta al mundo. Anda, volvamos a casa.
Y se marcharon, y Dos Ojitos dejó nuevamente intacta su cena. Pero Un Ojito no pudo decir a su madre el motivo de que su hermana se negase a comer. Disculpóse alegando que se había quedado dormida en el prado. Al día siguiente dijo la madre a Tres Ojitos:
- Esta vez irás tú; fíjate bien si Dos Ojitos come allí, y si alguien le trae comida y bebida, pues es forzoso que coma y beba secretamente.
Acercóse Tres Ojitos a Dos Ojitos y le dijo:
- Iré contigo a ver si guardas bien la cabra y le das bastante hierba.
Pero Dos Ojitos se dio clara cuenta del propósito de su hermana menor. Condujo la cabra al prado y dijo:
- Sentémonos, Tres Ojitos, que te cantaré una canción.
Sentóse Tres Ojitos, cansada como se sentía del camino y de los ardores del sol, y Dos Ojitos volvió a entonar su cantinela:
«Tres Ojitos, ¿velas?,
sólo que, sin darse cuenta, en vez de decir:
«Tres Ojitos, ¿duermes?», cantó
«Dos Ojitos, ¿duermes?»,
repitiendo cada vez:
«Tres Ojitos, ¿velas?
Dos Ojitos, ¿duermes?».
Ya Tres Ojitos se le cerraron dos ojos, y se le quedaron dormidos; pero el tercero, a causa de la equivocación en el estribillo, permaneció despierto. Cierto que lo cerró la muchacha, mas por ardid, simulando que dormía con él también, y así, abriéndolo disimuladamente, pudo verlo todo. Cuando Dos Ojitos creyó que la otra dormía profundamente, pronunció su fórmula mágica:
«Bala, cabrita;
cúbrete, mesita»,
y después de saciar el hambre y la sed, hizo que la mesa se retirase:
«Bala, cabrita;
retírate, mesita».
Pero resultó que Tres Ojitos lo había presenciado todo. Acercósele Dos Ojitos y le dijo:
- ¿Conque te dormiste, Tres Ojitos? ¡Vaya manera de guardar la cabra! Anda, volvámonos a casa.
Al llegar, Dos Ojitos renunció de nuevo a la cena, y Tres Ojitos dijo a la madre:
- Ya sé por qué esta orgullosa no come. Cuando, allá en el prado, dice a la cabra:
«Bala, cabrita;
cúbrete, mesita»,
enseguida tiene ante sí una mesa con las viandas más sabrosas, mucho mejores de las que comemos nosotras; y cuando ya está harta, dice:
«Bala, cabrita;
retírate, mesita»,
y todo desaparece de nuevo. Lo he visto todo perfectamente. Con su canción hizo que se me durmiesen los dos ojos; más, por fortuna, se me quedó despierto el de la frente.
Llamando entonces la envidiosa madre a Dos Ojitos, la increpó, diciéndole:
- ¿Conque quieres pasarlo mejor que nosotras? ¡Pues voy a quitarte las ganas!
Y cogiendo un cuchillo lo clavó en el corazón de la cabra, matándola.
Dos Ojitos salió de su casa triste y desolada y, sentándose en la linde del campo, púsose a llorar amargas lágrimas. Presentósele por segunda vez el hada, y le dijo:
- ¿Por qué lloras, Dos Ojitos?
- ¡Cómo no he de llorar! - respondió la muchacha -. Mi madre mató la cabra que todos los días, cuando le recitaba el verso que me enseñasteis, me ponía tan bien la mesa, y ahora tengo que padecer nuevamente hambre y privaciones.
Díjole el hada:
- Dos Ojitos, te daré un buen consejo: Pide a tus hermanas que te den la tripa de la cabra muerta, y entiérrala delante la puerta de tu casa. Te traerá suerte.
Desapareció el hada, y Dos Ojitos, regresando a su casa, dijo a las hermanas:
- Dadme un poco de la cabra, hermanas. No pido nada bueno; solamente la tripa.
Echáronse ellas a reír y le respondieron:
- Si no pides otra cosa, puedes quedarte con ella.
Y Dos Ojitos cogió la tripa, y aquella noche fue a enterrarla, con el mayor sigilo, delante de la puerta, según le recomendara el hada.
A la mañana siguiente, al despertarse todas y salir a la calle, quedaron maravilladas al ver un magnífico árbol, que se alzaba ante la casa. Era un árbol prodigioso, con hojas de plata y frutos de oro. En el mundo entero no se habría encontrado nada tan bello y precioso. Nadie sabía cómo había salido allí aquel árbol, de la noche a la mañana. Sólo Dos Ojitos sabía que brotó de la tripa de la cabra, pues se levantaba precisamente en el lugar donde ella la había enterrado. Dijo la madre a Un Ojito:
- Sube, hija mía, a coger algunos de los frutos.
Trepó la muchacha a la copa; pero en cuanto trataba de alcanzar una de las doradas manzanas, la rama se le escapaba de las manos, repitiéndose la cosa todas las veces que intentó hacerse con un fruto. Dijo entonces la madre:
- Tres Ojitos, sube tú, con tus tres ojos verás mejor que tu hermana.
Bajó Un Ojito y encaramóse Tres Ojitos; pero no fue más afortunada; por mucho que mirara a su alrededor, las manzanas de oro continuaron inasequibles. Finalmente, la madre, impacientándose, se subió ella misma al árbol. Pero no le fue mejor que a sus hijas. Cada vez que creía agarrar uno de los frutos, se encontraba con la mano llena de aire.
Dijo entonces Dos Ojitos:
- Probaré yo; quizá tenga mejor suerte.
Y aunque las hermanas la increparon:
- ¡Qué quieres hacer tú con tus dos ojos! - ella trepó a la copa, y las manzanas de oró ya no huyeron, sino que espontáneamente se dejaban caer en su mano. La muchacha pudo cogerlas una a una, y, después de llenarse el delantal, bajó del árbol. La madre se las quitó todas, y Un Ojito y Tres Ojitos, en vez de dar mejor trato a su hermana, envidiosas al ver que sólo ella podía conseguir los frutos, se ensañaron con ella más aún que antes.
He aquí que hallándose un día todas al pie del árbol, vieron acercarse un joven caballero.
- ¡Aprisa, Dos Ojitos! - exclamaron las hermanas -, métete ahí debajo, y así no tendremos que avergonzarnos de ti - y, precipitadamente, le echaron encima un barril vacío que tenían a mano, metiendo también las manzanas que Dos Ojitos acababa de coger. Al llegar el caballero resultó ser un gallardo gentilhombre que, deteniéndose a admirar el magnífico árbol de oro y plata, dijo a las dos hermanas:
- ¿De quién es este hermoso árbol? Por una de sus ramas daría cuanto me pidiesen.
Tres Ojitos y Un Ojito contestaron que el árbol les pertenecía, y que romperían una rama para dársela. Una y otra se esforzaron cuanto pudieron; pero todos sus intentos resultaron vanos, pues ramas y frutos las rehuían continuamente. Dijo entonces el caballero:
- Es muy extraño que, perteneciéndoos el árbol, no podáis cortar una rama de él.
Pero ellas persistieron en afirmar que el árbol era suyo. Mientras porfiaban, Dos Ojitos, desde el interior del barril, hizo rodar por debajo dos o tres manzanas de oro, que fueran a parar a los pies del caballero, pues la muchacha estaba enojada de que las otras no dijesen la verdad. Al ver el forastero las manzanas, preguntó, asombrado, de dónde venían, y Tres Ojitos y Un Ojito le respondieron que tenían una hermana, pero que no la enseñaban porque sólo tenía dos ojos, como las personas vulgares.
El caballero quiso verla y gritó: -¡Sal, Dos Ojitos!
La doncella, cobrando confianza, salió de debajo del barril, y el caballero, admirado de su gran hermosura, le dijo:
- Seguramente tú podrás cortarme una rama del árbol.
- Sí - replicó Dos Ojitos -, sin duda podré, pues el árbol es mío - y, subiéndose a la copa, con gran facilidad quebró una rama, con sus hojas de plata y sus frutos de oro, y la entregó al forastero.
Dijo éste entonces:
- Dos Ojitos, ¿qué quieres a cambio?
- ¡Ay! - respondió la muchacha -, aquí sufro hambre y sed, pesares y privaciones desde la mañana a la noche. Si quisieseis llevarme con vos y liberarme, sería feliz.
Subió el caballero a Dos Ojitos a la grupa de su caballo y la condujo al castillo de su padre, donde le proporcionó hermosos vestidos y comida en abundancia; y como la doncella era, en verdad, encantadora, enamoróse de ella y, a poco, se celebró la boda entre el mayor regocijo.
Al ver que el caballero se llevaba a Dos Ojitos, las dos hermanas sintieron gran envidia por su suerte, pero se consolaron pensando: «De todos modos, nos queda el árbol maravilloso, y aunque no podamos coger sus frutos, todos los que pasen por aquí se pararán a contemplarlo y llamarán a nuestra casa para expresarnos su admiración. ¡Quién sabe donde está nuestra fortuna!». Pero, a la mañana siguiente, el árbol había desaparecido y, con él, sus esperanzas. Y cuando Dos Ojitos se asomó a la ventana de su nuevo aposento, con gran alegría vio que el árbol se levantaba delante de ella, pues la había seguido. La muchacha vivió feliz por mucho tiempo. Un día se presentaron en el castillo dos pobres mujeres que pedían limosna, y Dos Ojitos, al verlas, reconoció a sus hermanas, las cuales habían llegado a tal extremo de miseria, que debían ir mendigando su pan de puerta en puerta. Dos Ojitos las acogió cariñosamente, las trató con gran bondad y las colmó de favores, por lo que las otras se arrepintieron de todo corazón de su mal proceder con su hermana.

sábado, 2 de abril de 2011

Me quemo en la lectura

Y literalmente así pasa en el libro Fahrenheit 451, una lectura que muestra los aspectos más deplorables de la sociedad no lectora, con panoramas tristes pero verdaderos, idénticos a los que vivimos en la actualidad: la lectura se vuelve un crimen, los bomberos se transforman en los policías que castigan este crimen al quemar los libros. La obra fue escrito mucho antes de la era del internet, cuando las máquinas de escribir dominaban como medio de escritura masivo.

Si él auguró un final como el que define en su prólogo, entonces es casi inevitable la desaparición del libro en nuestra sociedad; sin embargo, también existe esa posibilidad perdurable de que existamos un puñado de personas que amen a la literatura físicamente y hagamos todo por tener el libro y no la copia electrónica. Y no es desdeñar a la tecnología, sino un reclamo al exagerado uso de esta. O quien sabe, tal vez el destino si serà usar una tableta digital para leer, quien sabe...

Dentro de poco reseñaré más libros, saludos!